Por Maruja Uribe Lemos Integrante Mesa Mujeres Afro
PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL
Pensar en lo
que nos gusta y en lo que tenemos, nos recuerda de por sí que contamos con un
patrimonio personal, que lo hemos enriquecido en la medida que valoramos
nuestros recuerdos, las ideas y los conocimientos que adquirimos.
Cuando
pensamos en nuestra casa, el lugar donde nacimos, las fotografías, los
utensilios de cocina, las recetas de la abuela…todas estas cosas le pertenecen
a la familia, todos las usan, las cuidan, las disfrutan y las comparten, porque
hacen parte del patrimonio familiar.
“Patrimonio
es todo aquello que nos pertenece porque lo hemos heredado o construido y por
eso está profundamente ligado con nuestras vidas…los recuerdos son testigos de
nuestra historia personal y serán nuestro legado para las personas que
queremos”
De ahora en
adelante empezaremos a hablar en plural, porque vamos a hablar de nuestro
patrimonio cultural. Cuando pensamos en él, imaginamos los lugares, objetos y
tradiciones que nos han acompañado desde niños y que valoramos por haberlos
heredado de nuestros parientes o de quienes nos rodean. Este es el legado del
pasado, es nuestro presente y también la herencia que dejaremos a las futuras
generaciones para que ellas puedan aprender, maravillarse y disfrutar de él.
Como el
patrimonio inmaterial son saberes, destrezas, formas de entender el mundo y de
habitarlo; requiere de tiempo y compromiso para hacerlo nuestro, pues es la
herencia que recibimos cuando nos comunicamos con la gente, con los mayores por
medio de la palabra y de la práctica. Para conocer esta herencia debemos
conocerla, vivirla y transmitirla, de lo contrario podemos correr el riesgo de
perderla.
LA CULINARIA
COMO PARTE DEL PATRIMONIO INMATERIAL
CULTURAL DE LAS COMUNIDADES AFRODESCENDIENTES
Nuestro reto se debe centrar en retomar,
salvaguardar y transmitir el conocimiento de las prácticas culinarias, como
herramienta fundamental del legado cultural de nuestros mayores y opción de
vida.
La sazón de
la abuela esta presente en nuestra memoria, nos recuerda los momentos gratos
que hemos compartido con nuestras familias, de sus deliciosas recetas producto
de experiencia en la combinación de ingredientes y formas de cocinar, ahumar,
fritar, asar o guisar; resulta el plato que nos gusta disfrutar con nuestros
amigos.
Desde hace unos 20 años, he venido despertando una
verdadera pasión por el tema gastronómico en las comunidades afrodecendientes,
pasión que surge desde dos sentimientos encontrados: Uno el gran orgullo al
ofrecer nuestra comida típica ante propios y extraños. Dos, la gran preocupación que me asiste por
la pérdida inminente de esta gran fortaleza, ante los jóvenes de hoy.
La falta de identidad aunada a la pérdida de conocimiento
tradicional, ha dejado un gran vacío en las generaciones futuras; quienes
desconocen su patrimonio como parte de un legado que debe transmitirse a través
de los años, de generación en generación, ya que éste representa nuestra
memoria cultural.
La gastronomía hace parte de este patrimonio
inmaterial en la medida que identifica,
de una u otra forma, el modo de vida de algunas comunidades y determina parte
de sus características. La cocina en las comunidades negras jugó un papel
determinante en el ámbito familiar teniendo en cuenta que en este espacio
confluían los miembros de la familia aportando en la preparación de platos
típicos que en ocasiones requiere de la participación de varios para ejecutar diversas
actividades, como lo es la elaboración de la longaniza, los pasteles de arroz,
los envueltos de choclo y el guarrú entre otros.
La realidad de hoy nos muestra a una generación
totalmente sustraída de este espacio (la cocina) y por ende del conocimiento
que se adquiere en el mismo. “A un joven no le pregunten como se prepara un
atollado, un birimbí, una runchas o un simple arroz clavado… Para ellos no
dejan de ser palabras que representan un plato típico pero de allí a
prepararlo, nulidad total”
Lo anterior resulta preocupante no sólo por la perdida de
conocimiento en recetas que nos identifican sino en dejar de lado un potencial
que lograría transformar la vida de muchas personas a partir del emprendimiento
que se dinamizaría tomando como base la riqueza gastronómica. Un ejemplo lo
representa la gastronomía peruana, considerada como una de las más
privilegiadas del mundo, ya que han sabido ponderar y aprovechar la herencia de
su historia, mestizaje y sabor único.
Juan Mari Arzak, Chef propietario del restaurante
Arzak, distinguido con tres estrellas de la Guía Michelín, dice: “He leído
mucho sobre la gastronomía peruana y
creo que es considerada una de las grandes cocinas. Es una cocina con herencia,
que tiene raíces."
En este país andino, fronterizo con Colombia, se ha
utilizado la “cocina típica” para resocializar a jóvenes pandilleros, quienes
tienen las habilidades para la cocina pero no la consideraban una opción para
brillar con luz propia.
Retomar
las prácticas culinarias tradicionales, no sólo garantiza la soberanía
alimentaria de las comunidades negras asentadas en Colombia, sino una alternativa viable para
aportar a unidades productivas basadas en la oferta local, en la medida en que
se produce, elaboran y consumen los alimentos que más gustan y que mejor saben hacer, tomando como
base los productos de sus regiones.
Son muchas las manera de conocer un país y a su gente, pero, sin duda,
una de las más gratificantes y
encantadoras es a través de su comida
Sin ser una experta en la materia, pero con la pasión que
manifiesto he despertado por la misma, me he dado a la tarea de desarrollar
talleres, a través de la oportunidad que algún día me brindara el Banco de la
República desde su área cultural, apoyada en las verdaderas poseedoras del
legado. Ancianas que aún se dedican a hacer sus vendajes y que se convierten en
“protagonistas” sin querer serlo, ante más de 30 jóvenes de ultimo grado de
bachillerato, dispuestos a aprender sobre la comida tradicional del pacífico.
Daba gusto ver como llegaban motivados, inicialmente por
escapar a clases, pero con el paso del tiempo, las ganas, la nostalgia y la
pasión por la gastronomía, se iba apoderando de ellos.
El llamado desde este escrito , es ha valor ese
patrimonio inmaterial que representa una gran fortaleza que muchos mandatarios
no han logrado ponderar y apropiar. Quizás en nuestros saberes tradicionales
asociados a la gastronomía, se puedan vislumbrar alternativas productivas para
muchos de nuestros jóvenes que no encuentran mayores opciones para salir
adelante.
“Saquemos la mejor ventaja de lo nuestro de tal manera que se
pueda conservar en la memoria, la tradición culinaria que tanto se elogia por
parte de los foráneos y que poco se valora por nosotros, debido al mismo
desconocimiento de los procesos. Las y los jóvenes actuales son los llamados a
experimentar y reencontrarse con parte de su legado, el cual debe prevalecer y
transmitirse a través de los años.”
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