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domingo, 8 de julio de 2018

Mandela… una historia que une a dos continentes como un solo pueblo

Por: Maruja Uribe Lemos
Día 8. MANDELA… UNA HISTORIA QUE UNE A DOS CONTINENTES COMO UN SOLO PUEBLO.
RECORDANDO A MANDELA POR 18 DÍAS
#DiaDeNelsonMandela
#Mandela100

Cuando se me convocó para escribir sobre la vida del gran líder NEGRO Nelson Mandela, Nelson: nombre ingles o cristiano que le fuese dado el primer día de colegio; quise hacerlo sobre la gran influencia que ejercieron sobre él su abuelo y madre. Sin embargo, al volver a adentrarme en su autobiografía puedo establecer claramente parámetros que nos identifican como parte de este universo NEGRO, donde quiera que nos encontremos.
Así que, me centraré en algunos aspectos consignados en su autobiografía “El largo camino hacia la libertad” que nos hacen sentir orgullosos de parte de esa herencia que nos llega con la traída de los esclavos, quienes esparcieron sus semillas de conocimiento, algunas de las cuales prevalecen y otras con gran tristeza, podríamos decir que van desapareciendo con esto de la globalización que trae consigo el avasallamiento cultural y la pérdida de “legados”.
“Siempre he pensado que es la crianza más que la naturaleza, la que constituye el principal molde de la personalidad”, sin embargo, después de esta afirmación, Mandela asegura haber heredado de su padre, Gadla Henry Mphakanyiswa, su carácter severo “no le costaba recurrir al palo a la hora de imponer disciplina a su hijos”, poseía una orgullosa rebeldía y un tenaz sentido de la justicia.
El nombre que su padre le dio al nacer fue el de Rolihlahla que en Xhosa significa “arrancar una rama de un árbol” pero su significado coloquial se aproxima más a “revoltoso”… Sus amigos y parientes, llegaron a atribuir a ese nombre, las muchas tempestades que causo y a las que ha sobrevivido.
Cuando el padre de Mandela, tuvo un inconveniente con el Comisionario al no atender un llamado del mismo por una queja presentada contra él por un súbdito, respecto a un Buey que se había perdido, fue culpado de insubordinación y con ello se puso fin a la jefatura Mandela.
Su padre, al recibir la citación, envío la siguiente respuesta: “Andizi, ndisakula” (no iré, aun estoy aprestándome para la batalla), lo que expresaba su convicción de que el magistrado carecía de poder legítimo sobre él, convencido que cuando se trataba de asuntos tribales se debían guiar por las costumbres thembus y no por las leyes del Rey de Inglaterra.
Su desafío no fue producto del orgullo herido, sino una cuestión de principios.
En parte, por lo anterior y ante la difícil situación económica que se vino, la madre de Nelson Mandela decidió llevarlo a la aldea de Qunu, donde manifiesta haber pasado los años más felices de su infancia.
Y es durante esta experiencia que empiezan las semejanzas con lo nuestro. “En la cultura africana, los hijos y las hijas de los tíos o las tías de uno, son considerados como hermanos y hermanas, no primos. No hacemos las mismas distinciones entre los parientes, que hacen los blancos. No tenemos medios hermanos ni medias hermanas. La hermana de mi madre es mi madre; el hijo de mi tío es mi hermano; el hijo de mi hermano es mi hijo o hija”.
En nuestro medio, pese a las diferencias que puedan existir, nos consideramos todos una gran familia, tanto así que cuando hay empatía, automáticamente aflora el termino “manito” para manifestar el aprecio que se siente por el otro, haciéndole sentir como parte del núcleo. Los vecinos mayores, son considerados como “tíos”, palabra que denota respeto y consideración.
Durante su estadía en la aldea asistió por primera vez a un salón de clases (vale la pena decir que ningún miembro de su familia había ido jamás al colegio). “Su hijo es un muchacho inteligente, debería ir a la escuela”, ante esta propuesta la madre consulto con el padre de Mandela, quien no dudo en enviarlo al salón de clases, para lo cual le adapto uno de sus pantalones que sostuvo en la cintura con un trozo de cordel para que no se le cayeran. “Nunca me he sentido tan orgulloso de ningún traje, como de aquellos pantalones de mi padre”
A la muerte de su padre, Mandela debe abandonar Qunu, para ser albergado por un protector, Jongintaba, quien como reconocimiento a una deuda de gratitud por la recomendación que el padre de Mandela hiciera de él para suceder el trono de Dalindyebo, aun siendo hijo de la esposa que provenía de una casa menor, había prometido educarlo y criarlo como si fuese hijo suyo.
“Con el tiempo, Jongitaba devolvería el favor de un modo que mi padre no podía entonces imaginar”
La gratitud y la solidaridad, dos grandes legados que aunque hoy día se han visto un poco diezmados por el “Individualismo” marcado que nos permea, los reconocemos como valores propios de los Negros en el universo. Así en ocasiones mostremos ese lado depredador propio de la naturaleza humana recordamos una deuda de gratitud y estamos presentes cuando se requiere de nuestra solidaridad.
La vida de Nelson Mandela, en la medida que voy pasando las páginas de su obra, me identifica cada vez más con mi Pacífico colombiano, con nuestras costumbres y maneras de sortear el día a día; como niño, adolescente y joven.
Cierro mi escrito, dejando de manera textual el discurso que diera el jefe Meligqili en la gran fiesta que ofrecieran a los jóvenes recién circuncidados; discurso que en un principio Mandela califico de absurdo e incoherente pero que finalmente fue el que marco el nacimiento de esa semilla que no tardó en germinar.
“He ahí a nuestros hijos” dijo. “Jóvenes, sanos y hermosos, la flor y nata de la tribu Xhosa, el orgullo de nuestra nación. Acabamos de circuncidarles siguiendo un ritual que les promete la hombría, pero estoy aquí para decirles que no es más que una promesa vacía e ilusoria. Es una promesa que jamás podrá ser cumplida, porque nosotros los xhosas, y todos los sudafricanos negros, somos un pueblo conquistado. Somos esclavos en nuestro propio país. Somos arrendatarios de nuestra propia tierra. Carecemos de fuerza, de poder, de control sobre nuestro propio destino en la tierra que nos vio nacer. Se irán a ciudades donde vivirán en chamizos y beberán alcohol barato, y todo porque carecemos de tierras que ofrecerles donde puedan prosperar y multiplicarse. Toserán hasta escupir los pulmones en las entrañas de las minas del hombre blanco, destruyendo su salud sin jamás ver el sol, para que los blancos puedan vivir una vida de prosperidad sin precedentes. Entre estos jóvenes hay jefes que jamás gobernaran, porque carecemos de poder para gobernarnos a nosotros mismos; soldados que jamás combatirán, porque carecemos de armas con las que luchar; maestros que jamás enseñarán porque no tenemos lugar para que estudien. La capacidad, la inteligencia, el potencial de estos jóvenes se desperdiciarán en su lucha por mal vivir realizando las tareas más simpes y rutinarias en beneficio del hombre blanco. Estos dones son hoy en día lo mismo que nada, ya que no podemos darles el mayor de los dones, la libertad y la independencia. Se muy bien que Qamata lo e todo y nunca duerme, pero sospecho que últimamente está adormitado. Si así fuera, cuando antes me llegue la muerte mejor, ya que así podré presentarme ante él, despertarle y decirle que los niños de Ngubengcuka, la flor y nata de la nación Xhosa, está muriendo”

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