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martes, 16 de julio de 2024

A propósito de los 484 años de Buenaventura

Por Licenia SALAZAR

Hablar de Buenaventura significa mencionar una ciudad estigmatizada por muchos, reconociendo que existe una violencia incrustada entre otras razones por ser un corredor propicio para tráfico de casi todo, igualmente es un Distrito especial caracterizado por sus desigualdades. Quienes crecimos y vivimos en este puerto sabemos que Buenaventura es más que pobreza, sabemos que Buenaventura es más que indiferencia, sabemos que Buenaventura es más que todos los males que la aquejan.
En Buenaventura se ha vivido y se vive de una manera diferente, es un territorio donde siempre se encuentran personas de todos los municipios del pacífico colombiano, es una ciudad donde convergen sueños que no se pudieron desarrollar en otros territorios con mayores dificultades.
Ha pasado tragedias inolvidables, pero también Buenaventura tiene que ser recordada por su gente amable, su gente bulliciosa, por sus políticos, por sus mujeres, por sus luchas a veces cooptadas por foráneos que solo se aprovechan y obtienen beneficios electorales y tiene que ser recordada inclusive por la misma polarización que no escapa esta tierra de la misma en que hoy se encuentra Colombia.
Buenaventura es un territorio difícil de entender, no por sus complejidades, pero si por la gran desigualdad en que se vive, por esa tasa de desempleo alta y esa informalidad que supera los niveles regionales y nacionales, es un territorio lleno de organismos de cooperación internacional y si bien es cierto unos más que otros han hecho aportes significativos, no se puede desconocer que la mayor cantidad de recursos que traen se utilizan en gastos administrativos y no tanto en la gente que es quien los necesita.
Buenaventura tiene otra característica especial que es su religiosidad, Buenaventura es un pueblo altamente espiritual contrario a lo que todos pensarían por los hechos violentos en que históricamente se ha visto enfrentada, pero todas estas complejidades todas estas contrariedades, todas estas cosas a veces difíciles de entender hacen de esta ciudad-puerto una maravillosa tierra donde su gente no ha parado de luchar, no para de soñar con una ciudad tranquila que no ha visto en décadas, pero que se sueña en que algún día de verdad nos reconciliemos entre todos y que paren esos flagelos que hoy están matando a este pueblo como la extorsión, la pobreza, la ausencia de proyectos que resuelvan las deudas históricas donde consideramos la mayor, el desarrollo en la infraestructura del acueducto.
Buenaventura tierra de figuras destacadas, de nuevos liderazgos, de mujeres que han soportada la muerte de hombres víctima de la violencia entre bandas criminales, jóvenes que hoy avanzan sin miedo, mandatarios que tienen la tarea de romper la historia de los últimos veinte años, tierra de muchos donde el miedo invadió el territorio. Los niños, niñas y adolescentes merecen un cambio que no depende de otros, depende solo de los bonaverenses, porque los profesionales que tiene deben ser capaces de gestionar más de lo que sus antecesores lo hicieron.
Las equivocaciones tienen que pasar porque el futuro inmediato lo exige, no hay tiempo de llorar, pero tampoco hay tiempo de pensar en culpar a otros que se les permitió el uso y el abuso.